La devoción de los cristianos evangélicos en su respaldo incondicional al Estado judío va por detrás de la obligación del Gobierno brasileño con los poderosos ganaderos locales, que exportan cada año carne halal (con aprobación religiosa) por un monto de 5.000 millones de dólares al mundo islámico. Al inicio de su visita oficial a Israel, el ultraderechista presidente Jair Bolsonaro, se limitó a ofrecer el domingo la apertura de una oficina de negocios en Jerusalén, en lugar del prometido traslado de la Embajada de Brasil desde su actual sede en Tel Aviv.
El mandatario latinoamericano evita por ahora seguir los pasos de Estados Unidos para instalar la legación diplomática en la Ciudad Santa, una promesa electoral que reiteró a Benjamín Netanyahu en enero, durante la visita del primer ministro israelí a Brasilia con motivo de su toma de posesión presidencial.
Nueve días antes de unas disputadas elecciones legislativas en Israel, el líder del Likud se presenta ante los electores como el hombre de Estado que intensifica relaciones con el gigante de América del Sur. A su vez, Bolsonaro se consagra con este viaje oficial como miembro del grupo de líderes que como el estadounidense Donald Trump, el húngaro Viktor Orbán o el italiano Matteo Salvini se han granjeado la estrecha amistad del Gobierno hebreo.
“Estamos escribiendo historia juntos”, se ufanó Netanyahu al recibir al mandatario brasileño, “y estamos abriendo una nueva era de relaciones entre nuestros países (...) después de años de cierta vacilación”. Aludía a los sucesivos Gobiernos del Partido de los Trabajadores que cuestionaron la política israelí sobre el conflicto palestino.
“Nos aproximamos a países que comparten nuestras tradiciones, la democracia y la fe en Dios”, afirmó Bolsonaro en una conferencia de prensa conjunta con Netanyahu en la que confirmó la apertura de la oficina de negocios en Jerusalén. El primer ministro israelí interpretó la decisión como “un primer paso” para el traslado de la embajada.
El presidente ha acudido a Jerusalén para una visita de cuatro días con una amplia delegación de miembros del Gabinete brasileño que firmaron acuerdos, entre otras materias, de cooperación militar, aviación, ciberseguridad y tecnología. Bolsonaro sostuvo durante su campaña electoral que “Israel es un Estado soberano y se debe respetar dónde ha fijado su capital”.
La nueva oficina de negocios brasileña se dedicará a promover el comercio, las inversiones y los intercambios en tecnología e innovación entre ambos países. La decisión no tiene el calado internacional que supuso el traslado de la embajada de EE UU, anunciado por Trump en 2017 y consumado en mayo del año pasado.
Solo Guatemala un país con presencia de cristianos evangélicos defensores del Estado hebreo en su Gobiernoha secundado el traslado de su legación desde Tel Aviv, donde sitúan sus representaciones diplomáticas los demás países que mantienen relaciones con Israel. El consenso de la comunidad internacional somete el estatuto final de Jerusalén que los israelíes consideran su capital “eterna e indivisible”, mientras los palestinos aspiran a establecer la capital de su futuro Estado en la parte oriental de la ciudad a un acuerdo de paz duradero entre ambas partes.
Paraguay también siguió en mayo pasado los pasos de Trump de la mano del presidente Horacio Cartes, pero cuatro meses más tarde un nuevo jefe de Estado de ascendencia árabe, Mario Abdo, ordenó reabrir la Embajada en Tel Aviv.