Los niños sin infancia de El Salvador

Los niños sin infancia de El Salvador

Se nos hace chiquito el corazón cuando los vemos. Están en todas partes, calles, negocios, a toda hora del día, bajo un sol abrasador o bajo la lluvia más cruel. Son los niños sin infancia. Son los niños pobres de nuestro país.

Aquellos que se ven despojados de su mundo infantil para ingresar a uno que no les corresponde, ni pertenece, el de los adultos.

Sin embargo, por triste que sea, estos pequeños se adaptan al mundo de los grandes. Van solitos por la ciudad, la recorren, la conocen quizás más que nadie. Estos niños, en los “mejores casos” viven en casitas precarias que no cubren la necesidad mínima de un niño (de un adulto tampoco vale decir), en algunos otros, ni siquiera eso.

Las calles son su casa, el cielo su techo, frías y sucias baldosas su cama y diarios sus cobijas. Cuando los vemos, tan chiquitos y con esa expresión adulta, audaz, repito, se me hace chiquito el corazón. No puedo entender, no quiero entender que vaguen por las calles, que trabajen cuando deberían estar en la escuela, que mendiguen, cuando todo les debería ser dado, que se expongan al sinfín de peligros callejeros, cuando deberían ser cuidados como lo que son, niños.

Qué tristeza que la vida les robe lo más hermoso y aquello que jamás vuelve, una infancia de niño aunque parezca una redundancia, que en este caso no lo es. Cuando uno los mira, y más con mirada de mamá o papá, como en muchos casos, cierta culpa se apodera. Uno piensa qué podría hacer por ellos, qué debería hacer por ellos, como cristiano, como ser humano, como padres. Es una pregunta con muchas respuestas, no todas las respuestas están en nosotros, hay cosas que como ciudadanos rasos, sin poder, no podemos hacer.

Sin embargo, hay otras que, como cristianos o sin serlo siquiera, como una persona de bien, sí podemos. No esquivarlos cuando nos encontramos con ellos, ya bastante tienen con que los esquive el poder, los gobiernos de turno para los cuales ellos jamás son una prioridad.

Podemos ofrecerle una sonrisa, algo de comer, en vez del dinero que ellos están esperando y que, seguramente le será dado a otra persona para otros fines. Podemos colaborar con comedores, fundaciones, gente seria que en verdad se preocupa por devolver a estos niños lo que tan injustamente les fue arrebatada la niñez y por qué no la dignidad.

No estará en nosotros cambiar las políticas sociales, pero seguramente si de verdad aprendemos a ver “un hermano” en cada uno de esos piecitos sin zapatos, algo importante cambiará.

Los niños sin infancia de El Salvador