La desaparición de Kathia: El rapto que no fue

¡Que no tenía novio! ¡Que no tenía redes! ¡Que no tenía celular! ¡Que del rancho ya habían desaparecido con anterioridad otras jovencitas!.

Cuando días después de ese 1 de octubre, fecha del presunto rapto de Kathia, el hombre vio el vídeo que le mostraron los investigadores de la Policía, donde se podía ver a su hija quinceañera apresurarse para abordar –sin aparente conminación- un pick up placas particulares, sus argumentos alegados en un inicio ante las autoridades, que ágilmente atendieron su denuncia, comenzaron a borrarse tal como el mar lo hace con las huellas en la arena de alguna playa.

Una playa como la de San Diego, en el central departamento de La Libertad, de donde, aparentemente, había desaparecido la estudiante que llegó con su familia ese domingo 1 a disfrutar en un rancho privado, procedente del municipio de Quezaltepeque, situado a unos 57 kilómetros al norte del punto turístico en la litoral salvadoreña.

Las negativas de novio, redes y celular de la jovencita asegurados por su padre constituían una versión alejada completamente de la verdad que, además, provocaron que los investigadores de la delegación policial de Santa Tecla, cabecera de La Libertad, perdieran un valioso tiempo para tratar de dar con el paradero de la menor que, en otro caso, bien pudo representar la diferencia entre la vida y la muerte.

Sin embargo, pese a admitir la inexistencia de sus alegatos, ahora derribados por las evidentes imágenes contenidas en la filmación de una cámara de las inmediaciones del rancho, obtenidas por los agentes, el hombre continuó –tal como lo comprobaron posteriormente los investigadores- con el engaño.

Gracias a la cinta y a otras pruebas obtenidas mediante diversas herramientas tecnológicas con las que cuenta la Policía se logró identificar al conductor y al propietario del vehículo de quien se pudo comprobar que dio prestado el pick up ese 1 de octubre al individuo que lo conducía.

Asimismo, se pudo descifrar la ruta seguida por el pick up antes y después de que lo abordara Kathia, y además la mensajería reflejada en los aparatos de telefonía celular tanto del padre como del conductor, de este último activado por la muchacha, con lo que se comprobaba que ella se hallaba en compañía del novio posterior a la denuncia interpuesta por el padre sobre la supuesta desaparición de su hija.

Cuando la policía le proporcionó al papá de la menor el nombre del sujeto que manejaba el vehículo esa tarde de domingo, a bordo del cual se marchó la jovencita, el hombre le aseguró a las autoridades que se trataba de un peligroso pandillero de Quezaltepeque, que residía en una zona asediada por las maras y que, además, en esa casa, en una fecha que no recordaba, le habían dado muerte a un cabecilla de pandilla.

De nuevo la PNC debió de dedicar un valioso tiempo para desmantelar, una a una, las aseveraciones del hombre, pues implicaban un inminente peligro para la vida de la menor, todas las cuales, no obstante, resultaron ser totalmente falsas.

En resumen y tras las investigaciones resultó que la joven sí tenía novio. Tenía redes. Tenía celular. El novio no es pandillero. No residía en una zona asediada por las pandillas. Y, asimismo, no hay reporte alguno de asesinato en esa casa.

Doce días de valioso trabajo de investigación policial, desde el 1 al 12 de octubre, que bien pudieron ser, sin exagerar, solo algunas horas, suficientes, para que la policía hubiese dado ese mismo domingo con el paradero de la jovencita y su presunto raptor, si tan solo desde un principio se hubiese contado con la real colaboración del familiar de la presunta víctima.

La tarde de este jueves la policía llegó hasta una vivienda de la colonia El Rosal, de Quezaltepeque, donde permanecía Kathia. La policía la rescató sana y salva.

Asimismo procedió con la captura de Herbert Ernesto Sosa Marín (27) un empleado tecleño, quien próximamente enfrentará en un juzgado la respectiva audiencia por el delito de privación de libertad en perjuicio de la ahora rescatada.

Falta por dilucidar el destino de la menor, si es devuelta a su casa o a un albergue gubernamental.