VENEZUELA: “Maduro llama al diálogo cuando tiene el agua al cuello”

El cardenal venezolano considera que la situación en el país ya es irreversible y que la continuidad del régimen chavista solo traerá más represión y pobreza

VENEZUELA: “Maduro llama al diálogo cuando tiene el agua al cuello”

El cardenal venezolano Baltazar Porras (Caracas, 74 años) es una de las máximas autoridades de la Iglesia católica en América Latina. Expresidente de la Conferencia Episcopal de Venezuela, el pasado julio fue designado por el papa Francisco como administrador apostólico de la archidiócesis de Caracas. Porras, crítico con el chavismo desde sus inicios, recibe a EL PAÍS en la parroquia Corazón de María del municipio de Chacao horas después de conocerse la carta que Jorge Bergoglio envió a Nicolás Maduro para reprocharle su actitud ante el diálogo. Recuerda el día que, tras el intento de golpe de Estado de 2002, le llamó Hugo Chávez para pedirle su resguardo y cree que una negociación con la oposición solo sería viable tras la salida de la actual cúpula del poder.

 La nueva toma de posesión [de Maduro] significa un quiebre, la ilegitimidad de todo el proceso que se ha dado en estos últimos años, que ha sido señalada tanto por fuerzas políticas como por instituciones internacionales. Una ilegitimidad jurídica que tiene que ver con lo constitucional, pero para nosotros como Iglesia la ilegitimidad moral reprobable es el ejercicio del poder, que está hecho para el bienestar y el progreso y ha sucedido todo lo contrario. El Gobierno ha creado un poder paralelo, que maneja todo, lo cual indica que el interés no es la gente, sino sencillamente el poder. Solo se favorece para muchas cosas a quien tiene el carné de la patria, a quien se identifica con el poder.

Esto generó una inquietud y con la elección de la nueva directiva de la Asamblea Nacional surgieron casi de la nada estas manifestaciones multitudinarias con unas características muy particulares. Han sido sobre todo los sectores populares de todo el país los que han manifestado su descontento, que tiene que ver con el hambre, con la necesidad de las cosas más elementales. Y eso ha generado una represión sobre todo de los sectores populares. Casi un outsiderha despertado en la población un signo de esperanza.

P. El foco ahora está en la ayuda humanitaria.

R. Esta situación en torno a la ayuda humanitaria pone en evidencia una carencia, que ha sido negada sistemáticamente por el régimen; es decir, que aquí no falta nada. Las carencias en el interior del país son crónicas desde hace años, no se deben a las sanciones. Se ha despertado la necesidad de que aquí no hace falta un cambio cosmético, sino un cambio estructural. Y va unido a algo bien importante, que el quiebre de la confianza y de la credibilidad de los organismos del Estado es muy grande. Todas estas marchas ponen en evidencia otro aspecto, yo creo positivo, que la inmensa mayoría del pueblo venezolano quiere una salida pacífica, lo menos traumática posible, porque qué ganamos con muertos.

P. El Gobierno teme una intervención y recurre a una retórica militar, bélica.

R. En todo se utiliza un vocabulario de guerra, vocabulario militar, aquí estamos en una guerra económica, hay una invasión que está por llegar y tenemos que armarnos para defendernos. Las heridas de la guerra siempre son mucho más difíciles de sanar. Hay que forzar cualquier tipo de salida pacífica, de negociación. El problema es que en las experiencias que ha habido en estos últimos años, la palabra diálogo en Venezuela está proscrita, y es casi un insulto hablar de diálogo porque los mecanismos que se han usado en el pasado sencillamente han servido para dilatar.

 

 

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