Lula da Silva pasa sus últimas horas en libertad. El exjefe de Estado brasileño tiene hasta este viernes a las cinco de la tarde, hora local, para entregarse voluntariamente a la Policía. Mientras tanto, sus seguidores llaman a la "resistencia" ante lo que consideran una persecución política e incluso un "golpe de estado", en palabras de la expresidenta Dilma Roussef.

"La Constitución impide que se anticipe la pena antes de que se dicte el veredicto final y definitivo de culpabilidad, algo que no existe en el caso del expresidente Lula", dice su abogado, Cristiano Zanin.

El "juez estrella" Sergio Moro, azote judicial de Lula, dictó la orden de ingreso inmediato sin agotar los plazos legales y cuando no habían pasado ni 24 horas desde que el Supremo rechazó el habeas corpus del expresidente, que sigue siendo el político más carismático y popular de Brasil, pero también el más odiado.

Desde que se conoció la noticia, cientos de miembros del Partido de los Trabajadores y de grupos como el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo están congregados a las puertas del sindicato de los metalúrgicos en la localidad de Sao Bernando do Campo para arropar al exmandatario. La prensa brasileña asegura que la celda de la prisión en la que ingresará Lula ya está lista.