Las ingeniosas maravillas que inventaron en el siglo IX tres hermanos persas en la Casa de la Sabiduría de Bagdad

Las máquinas que imitan las acciones humanas nos han fascinado por generaciones.
Las ingeniosas maravillas que inventaron en el siglo IX tres hermanos persas en la Casa de la Sabiduría de Bagdad

De hecho, construirlas ha sido un sueño sorprendentemente antiguo. Uno que comenzó no cientos, sino miles de años atrás. Y entre sus más portentosos creadores estuvieron tres hermanos persas que vivieron en la floreciente Bagdad del siglo IX.

Pero antes que ellos, ingenieros e inventores de civilizaciones incluso más antiguas trataron de construir máquinas que operaran por sí mismas, y algunas de las primeras descripciones incluyen las de unas palomas artificiales del matemático griego Arquitas de Tarento (c. 430 a.C.- c. 360 a.C.), unas aves artificiales del filósofo chino Mozi (c. 468 a.C.-c. 391 a.C.) y un aparato con forma humana, que aparece en el Liezi, una de las tres obras fundamentales del taoísmo filosófico.

En la Grecia antigua, en 800 a.C., Homero contó que Hefesto, el dios griego del fuego y los artesanos, después de ser expulsado del Olimpo, forjó dos doncellas mecánicas, en todo semejantes a los humanos, que le ayudaban a caminar pues era cojo.

"Marchaban ayudando al soberano unas sirvientas de oro, semejantes a vivientes doncellas. En sus mentes hay juicio, voz y capacidad de movimiento, y hay habilidades que conocen gracias a los inmortales dioses", dice el canto XVIII de "La ilíada".

La leyenda se entretejió en la cultura griega, así como la idea de máquinas con poderes milagrosos.

Aproximadamente 800 años después, el inventor Herón de Alejandria decidió hacer realidad el sueño y diseñó desde máquinas que podían impulsarse solas hasta una que hablaba.

Las figuras salían a escena en los teatros y realizaban una serie de acciones, como encender fuego y verter vino.

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Y no fue el único: en la antigua Grecia ya existían fabulosos robots y teatros con imágenes móviles.

La ciudad redonda

Es sorprendente pensar que la robótica tuvo sus comienzos tan temprano en la historia de la tecnología.

Y esa iniciativa recibió un gran impulso en el siglo IX d.C., en la que era en ese entonces una de las ciudades más grandes y sorprendentes de la historia: Bagdad.

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Reflejando el diseño urbano tradicional persa del Imperio sasánida, era perfectamente circular, con 6,5 kilómetros de circunferencia, los edificios y templos del gobierno en el centro, avenidas radiantes y cuatro puertas.

Pronto Bagdad eclipsó a otras ciudades redondas e importantes, y se convirtió en lo que Florencia fue durante el Renacimiento o Silicon Valley en la era de internet.

Y en ese legendario sitio, había un lugar mítico llamado la Casa de la Sabiduría, una sociedad laxa de pensadores que debatió y alentó el desarrollo del conocimiento.

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La Casa de la Sabiduría nació como una biblioteca, un instituto de traducción y una academia de académicos de todo el imperio.

Fue un proyecto para proteger el conocimiento, incluida la filosofía, la astronomía, la ciencia, las matemáticas y la literatura, que rápidamente pasó a ser un símbolo de la fusión y expansión de las tradiciones intelectuales de diferentes culturas y naciones.

Así se convirtió en la joya de la Edad de Oro Islámica, un período entre los siglos VII y XIII de gran crecimiento intelectual y descubrimiento en el mundo islámico.

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Al-Juarismi, el erudito persa que introdujo los números a Occidente y nos salvó de tener que multiplicar CXXIII por XI

El flujo del conocimiento de los griegos, persas, indios, chinos y demás convergiendo en un sólo lugar propició una fertilización cruzada de ideas que no sin precedentes en la historia.

Fue ahí que, utilizando poco más que madera, unos cables y mucho ingenio, tres hermanos construyeron una máquina que presagiaba la era digital moderna.

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Lámparas y jarrones mágicos

Abu Ya'far Muhammad, Abu al-Qasim Ahmad y Al-Hasan, a quienes se les conoce colectivamente por su apellido Banu Musa, estudiaron y, más tarde, dirigieron la Casa de la Sabiduría.

Uno era un astrónomo, otro, un matemático y el tercero, ingeniero, y eran el centro de la vida científica en la época.

Además, escribieron una veintena de obras, entre ellas uno de los tratados de geometría más importantes de su época: "Kitab Marifat Masakhat Al-Ashka" (Libro de la medición de figuras planas y esféricas), así como textos sobre astronomía y matemáticas.

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Redacción

BBC News Mundo

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