La doctrina Bukele en redes sociales y los peligros de la polarización en El Salvador

“Ahora, en vez de censurar al periodista con amenazas, se le censura a través del ataque en redes sociales”, asevera Piña. “De esa manera se le infunde miedo para que ya no quiera volver a criticar al gobierno”.
La doctrina Bukele en redes sociales y los peligros de la polarización en El Salvador

Poco después de su ascenso al poder, en junio de 2019, Nayib Bukele cambió la biografía de su cuenta de Twitter y se definió como “el presidente más guapo y cool del mundo mundial”. En septiembre de ese año se tomó una selfie en la 74ª Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, un gesto que lo consolidó como un mandatario millenial.

Nacido el 24 de julio de 1981, Bukele pertenece a una generación habituada a documentar y publicar su vida y trabajo en las redes sociales, al punto de convertir su actividad en Twitter como un vértice fundamental de la estrategia comunicacional de su gobierno.

Desde su cuenta ha hecho de todo: desde cambiarle el nombre a una brigada militar, pasando por la disolución de organismos, secretarías de la presidencia, destituir a funcionarios con nombre y apellido, proferir órdenes directas a sus mandos militares o policiales, aseverar que la emergencia del coronavirus es la Tercera Guerra Mundial, así como decir chistes, comentar la serie Juego de Tronos y burlarse de sus enemigos, y de sí mismo (como cuando publicó una foto de perfil en una nave espacial).

“El uso de Twitter en El Salvador es similar a lo que sucede en otros países porque contribuye a la polarización”, explica Jane Esberg, investigadora de International Crisis Group (ICG), una organización no gubernamental centrada en la resolución y prevención de conflictos armados. “Tanto la oposición como los que apoyan a Bukele tuitean para crear una narrativa muy polarizada que se mueve en dos extremos: el presidente es un dictador o es casi perfecto”.

Bukele es célebre por sus reacciones públicas ante situaciones delicadas como cuando no acató una orden del máximo tribunal de justicia salvadoreño que pidió la suspensión de la detención de miles de personas en centros de contención del COVID-19 por considerar que eso es inconstitucional, a lo que simplemente respondió con un tuit en el que decía que “5 personas no van a decidir la muerte de cientos de miles de salvadoreños”.

Al anunciar en abril pasado las nuevas medidas de seguridad en los recintos penitenciarios, entre las cuales destacaban mezclar a pandilleros rivales en los mismos espacios, escribió: “Estarán adentro, en lo oscuro, con sus amigos de la otra pandilla”.

El caudillo millenial

“Bukele es un demagogo, sabe que la gente está desesperada por resolver el problema de la delincuencia y se aprovecha de eso”, afirma María Puerta-Riera, profesora de Ciencias Políticas en el Valencia College de Florida. “Su lenguaje en redes sociales banaliza la majestad de su cargo, además es peligroso porque se salta la legalidad cuando quiere y eso debilita la democracia”.

Pese a que su uso de las redes ha generado críticas entre analistas y expertos, el mandatario terminó su primer año de gobierno con más del 90% de aprobación, lo que lo convierte en el presidente más popular de América Latina. Muchos creen que su éxito se debe a la disminución de la tasa de homicidios en El Salvador (bajó un 63%), y a la implementación de una dura cuarentena por el brote de coronavirus.

Sin embargo, varias organizaciones y activistas por los derechos humanos han expresado preocupación porque sus tácticas de mano dura y represión podrían desencadenar fuertes enfrentamientos entre las pandillas y las fuerzas de seguridad, como ya ha sucedido en el pasado, además ICG ha documentado que la caída en los asesinatos puede atribuirse a otros factores como una tregua no oficial con el gobierno, cambios en los liderazgos de las pandillas y una táctica de negociación.

“Bukele me recuerda a otros gobernantes con actitudes autoritarias y una tendencia al caudillismo”, afirma Guadalupe Correa-Cabrera, académica de George Mason University. “En vez de gobernar y buscar consensos para implementar políticas que sean buenas para todos, usan las redes para sus shows que desvían la atención con el fin de implementar decisiones controversiales”.

Narrativas digitales y políticas

Esberg se especializa en Economías de conflicto y recientemente publicó un estudio titulado “Todos los trols del presidente: luchas reales y falsas en Twitter en El Salvador”, en el que se analizan los esfuerzos de los simpatizantes del mandatario, y de sus detractores, para crear narrativas “sobre sus políticas más controversiales, en parte usando medidas artificiales”.

La investigadora y su equipo de ICG analizaron etiquetas como #BukeleDictador —que fue tendencia luego de que el presidente ordenara la ocupación militar de la legislatura en febrero— y #QueBonitaDictadura, que surgió para promover los logros del gobierno, con las que se produjeron intensos enfrentamientos de difamación y descalificación en Twitter.

En la investigación se recopilaron 29,948 tuits de la etiqueta #BukeleDictador (publicados entre el 27 de abril y el 9 de mayo de 2020), en el caso de #QueBonitaDictadura fueron analizados 33,251 desde su aparición el 28 de abril hasta el 9 de mayo.

Los señalamientos sobre las estrategias de desinformación en las redes sociales no son nuevos en El Salvador. Partidos tradicionales como ARENA y el FMLN han sido acusados de mantener estructuras dedicadas a la recirculación de contenidos con fines políticos, el mismo Bukele fue implicado en el caso de una granja de trolls dirigida contra los diarios salvadoreños cuando era alcalde de San Salvador.

“Bukele lleva la guerra sucia a otro nivel porque su uso de internet y las redes sociales no tiene paralelo en la historia del país”, José Miguel Cruz, investigador de la Universidad Internacional de Florida. “Sus opositores entendieron eso y han respondido del mismo modo por lo que se ha elevado la conflictividad política del país”.

Retuits sospechosos y la red de cuentas

Esberg y sus colaboradores detectaron que las dos etiquetas sobrepasaron la tasa usual de tráfico orgánico porque alrededor del 75% fueron retuits: crear contenido original es difícil por lo que un alto porcentaje de retuits suele considerarse como una prueba de operaciones de manipulación de la plataforma.

Cerca del 4,4% de las publicaciones de #BukeleDictador y el 5,6% de los posteos de #QueBonitaDictadura se hicieron desde cuentas que, para fines de mayo, ya estaban desactivadas lo cual es “una señal de que Twitter podría haber determinado que se trataba de usuarios sospechosos”, detalla la investigación.

Por ejemplo, el 62% de los tuits que impulsaron #BukeleDictador provenían de 500 cuentas supuestamente opositoras que en solo una semana publicaron en conjunto más de 300,000 veces. Dos usuarios escribieron más de 3,000 tuits en dos días. En el caso de #QueBonitaDictadura, el estudio sostiene que los simpatizantes del actual presidente han creado una red de cuentas que impulsan su causa por lo que un gran porcentaje de los usuarios que posicionaron esa etiqueta crearon sus cuentas luego de la toma de posesión.

“Turquía, Rusia y China son los países que comenzaron a manipular las plataformas usando campañas coordinadas y granjas de bots para posicionar ciertas tendencias en el top 5 de Twitter, son técnicas que corrompen las redes”, explica Carlos Piña, un experto en estudios de opinión de la Universidad Veracruzana que no participó en el estudio de ICG. “Ahora eso se utiliza en toda América Latina para inflar la conversación y retuitear todo lo que diga alguna persona o institución”.

Factores externos

En noviembre de 2019, la investigadora guatemalteca Albertina Navas publicó un análisis sobre el mandatario salvadoreño y su gran influencia en redes sociales. En ese trabajo explica que la cuenta de Twitter de Bukele es populista puesto que sus mensajes, entre otras cosas, lo proyectan como “el elegido” que salvará a su país además de dividir a la sociedad salvadoreña entre “el pueblo que lo eligió; y la élite, a quienes denomina ‘los mismos de siempre’ representados por los miembros y exautoridades de ARENA y FMLN”.

Según el Banco Mundial menos de la mitad de los salvadoreños tiene acceso regular a internet, además varios sondeos de 2019 muestran que solo el 10.7% de la población mayor de 18 años tiene una cuenta de Twitter. Un 36.9% de los salvadoreños admitió que las redes sociales fueron su principal fuente de información durante la campaña electoral, pero solo el 3.6% dijo que la red de microblogging era la que más utilizaron.

Entonces ¿de dónde salen todas esas tendencias en Twitter y las decenas de miles de retuits de las etiquetas? Según el estudio de Esberg, usuarios de otros países participan activamente en la propagación de los mensajes porque, con base en la ubicación identificada por los usuarios, proporciones casi iguales de las cuentas que impulsaron ambas etiquetas afirmaron vivir en Estados Unidos, Canadá o Europa.

“Pero el 12,5 por ciento de las cuentas de #BukeleDictador se identificaron como cubanas, venezolanas o nicaragüenses. Bukele se separó del FMLN cuando se lanzó a la presidencia, y la gran mayoría de estas cuentas están dedicadas a la propaganda de líderes autoritarios de izquierda (actuales y previos) en América Latina, como Fidel Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro o Daniel Ortega”, detalla el informe que advierte que esas cuentas internacionales conforman una red sospechosa.

Para expertos como Piña el primer gran referente del uso de Twitter como una herramienta de propaganda política fue el gobierno de Hugo Chávez, quien incluso llegó a desarrollar manuales de guerra mediática con estructuras militares de pelotones, batallones y divisiones del mundo militar aplicadas al mundo de las redes sociales: se trataba de la “tropa” chavista que posicionaba etiquetas cuando el dirigente se los pedía.

“Esa documentación existe y se fue adaptando en Latinoamérica cuando los populistas llegaron a las presidencias. Les viene bien para corromper o saltarse las fronteras legales con la finalidad de atacar a las instituciones”, comenta el investigador, quien cita a otros mandatarios como el mexicano Andrés Manuel López Obrador, Jair Bolsonaro, de Brasil, y el argentino Alberto Fernández como exponentes de la misma tendencia.

Twitter les permite a los líderes demagógicos forjar la ilusión de que se comunican de manera directa, sin intermediarios, con su base electoral. Ese mensaje funciona de dos maneras: primero sirve para deslegitimar a los medios de comunicación social como «conspiradores» que enrarecen y tergiversan los mensajes presidenciales lo cual, como se ha visto en México, Brasil y, por supuesto, Venezuela, afecta la credibilidad del oficio periodístico y, en muchos casos, lo criminaliza.

El segundo objetivo es vender como anuncios, órdenes y comentarios públicos —que deberían ser neutros porque son informaciones que le interesan a todas las personas del país—, una serie de mensajes de propaganda política cuya intencionalidad suele estar ligada a intereses partidistas, además de mantener la retórica combativa de las campañas electorales. No importa que el caudillo haya ganado la presidencia, su principal interés es acumular mayor poder, así que siempre habrá una elección o un referendo a la vista que le permita justificar, e intensificar, sus desmanes en redes sociales y actos públicos.

En el caso de El Salvador resulta frecuente que el actual mandatario hable de un boicot contra sus proyectos. Suele culpar a los intereses de los grandes empresarios, organizaciones no gubernamentales, defensores de derechos humanos y los medios de comunicación de las fallas de sus iniciativas más urgentes. En ese aspecto causan alarma las críticas y campañas de desprestigio contra medios como la revista Factum y el periódico digital El Faro.

“Ahora, en vez de censurar al periodista con amenazas, se le censura a través del ataque en redes sociales”, asevera Piña. “De esa manera se le infunde miedo para que ya no quiera volver a criticar al gobierno”.

La mayoría de los analistas predice que esta conflictividad política se va a incrementar de cara a las elecciones legislativas de febrero de 2021, un proceso crucial para la consolidación del poder de Bukele. La campaña se mudó a Twitter y se espera que la polarización se recrudezca con el paso de los meses.

“Esto desvía la atención del muy necesario debate sobre cómo cimentar los éxitos de Bukele, minimizando las políticas de ‘mano dura’ y enfatizando las políticas destinadas a prevenir la violencia de las pandillas”, concluye el estudio del ICG.

Por Telemundo

 

La doctrina Bukele en redes sociales y los peligros de la polarización en El Salvador