Conozca la exitosa estrategia de Noruega para transformar a sus criminales en "buenos vecinos"

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"Ahora junten los dedos gordos de los pies y siéntense en los talones", ordena la entusiasta instructora de yoga a una veintena de participantes que practican la postura del niño sobre sus esterillas, extendidas sobre la hierba bajo el tenue sol de la mañana.

"¿Sientes el estiramiento?", le pregunta amable a un hombre muy tatuado mientras alisa su camiseta arrugada con la mano. "¿Está bien, no?"

Podría tratarse de una clase de yoga en un retiro en cualquier parte del mundo, pero estos participantes de la prisión de alta seguridad de Halden, a 120 kilómetros al sur de Oslo, se alejan bastante de la clientela habitual de un spa. Asesinos, violadores y traficantes de drogas practican la postura del perro boca abajo y la posición de loto junto a los funcionarios de la prisión, cada uno de ellos totalmente concentrado en lo que dicta la profesora.

"Los relaja", dice con aprobación el director de la prisión, Are Hoidal, mientras los observa. "No queremos ira y violencia en este lugar. Queremos que los internos estén tranquilos y sean pacíficos".

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