Carnaval de Barranquilla: La danza macabra de Escorcia Gravini

La historia poética y musical detrás de la calavera como símbolo cultural

Carnaval de Barranquilla: La danza macabra de Escorcia Gravini

El Caribe colombiano cuenta con un repertorio de temas musicales clásicos que resucitan cada año durante el Carnaval de Barranquilla. Desde diciembre, sus canciones se deslizan entre las melodías del momento, desplazando de la programación de las emisoras hasta al reguetón de moda, y ponen a bailar a abuelos, padres, hijos y nietos, pues cada generación se las ha apropiado y ha movido hombros y caderas bajo el influjo de su ritmo. Una de ellas es La miseria humana, interpretada por Lisandro Meza.

El autor de las décimas que conforman el lúcido canto es Gabriel Escorcia Gravini, quien vivió entre finales del siglo XIX e inicios del XX en Soledad, Atlántico. Aunque la información sobre su fecha de nacimiento varía según los documentos consultados, consideramos que la investigación de Moisés Morante arroja mayor certeza, pues se apoya en la partida de bautismo del poeta para registrar el 19 de marzo de 1891 como día de su natalicio. Escorcia Gravini fue diagnosticado con lepra hacia sus 15 años, condición que lo sumió en el ostracismo y lo confinó a una celda que su familia le diseñó de manera más o menos clandestina en el patio, para evitarle la reclusión en un lazareto, conforme lo establecían las disposiciones legales vigentes. Murió, a causa de ese padecimiento, el 28 de diciembre de 1920.

En las noches, cuando el sueño de los habitantes dejaba las calles de Soledad vacías, el poeta emprendía su recorrido por el municipio y visitaba el cementerio, donde se sentaba a contemplar la luna y componer sus versos. La escena que narran las primeras estrofas de La miseria humana debió haber sido habitual durante aquellas veladas.

El tópico de la corruptibilidad del cuerpo, propio de la lírica medieval sobre la muerte, es encarnado por este autor que tuvo que ver cómo el suyo era consumido en vida por la enfermedad. Así, mientras en la Europa del siglo XV las arremetidas de la peste y la lepra vuelven la muerte tan cercana, que los bardos y pintores acaban por concebirla bailando e interpelando a los vivos; en la Soledad de principios del siglo pasado, un poeta que padeció de manera directa vejámenes análogos a los que asolaron el fin de la Edad Media concibió una suerte de danza macabra caribeña.

La danza macabra designa una expresión estética difundida por toda Europa entre la Baja Edad Media y el Renacimiento, que cuenta también con manifestaciones modernas como el poema Danse Macabre de Baudelaire y el de Henri Cazalis; este último dio lugar a la sinfonía de Camille Saint-Saëns que lleva el mismo nombre. Su origen se lo disputan Francia y Alemania. Históricamente no está claro si la forma pictórica antecede al poema o viceversa. También hay autores que sostienen que se trataba de representaciones teatrales populares, presentadas a modo de memento mori en las iglesias, con el fin de infundir el temor ante la muerte y exhortar a los fieles a llevar una vida libre de pecados de cara a su incierto advenimiento. Asimismo, eran escenificadas en los banquetes donde, por el contrario, invitaban a gozar de los placeres ofrecidos, pues el fin era impredecible. Estas representaciones, con las que el pueblo estaría ampliamente familiarizado —recordemos que en el Medioevo se empleaban diversas formas artísticas para adoctrinar a las masas iletradas—, habrían dado origen a versos que acabarían por insertarse en la literatura culta, de la que se desprendería la iconografía macabra.

Sea cual fuese el orden de la correspondencia entre teatro, letras e imágenes, hay elementos centrales que mantienen su sentido entre una expresión y la otra.

La versión pictórica de la danza macabra presenta tres variaciones: en una, la figura de la muerte, provista de una guadaña o un arco, lidera una procesión ordenada según la jerarquía social de los convocados; la segunda presenta pares entre esqueletos, no siempre despojados por completo de la carne que los cubría, y vivos; finalmente, está aquella en que vivos y muertos conforman un corro. En muchas de las representaciones es el esqueleto el que manifiesta mayor movimiento, pues su acompañante está petrificado por el miedo.

Carnaval de Barranquilla: La danza macabra de Escorcia Gravini